Hace tiempo que renuncié a mis sentimientos.
Hice un pacto conmigo mismo, el diablo, con el fin de no molestarme. Y ahí
estoy yo, encerrado. Y a veces puedo sentirme llorando, empujando desde dentro
y casi consiguiendo asomarme al exterior de mí en forma de lágrimas. Pero es un
pacto difícil de romper.
El veneno de ciervo es lo único que, al parecer, y de manera
muy patética, ha conseguido deshacer las
rejas del infierno que he creado y ha dado paso al exterior al lamentable
corazón que una vez tuve y he condenado a morir de asfixia.
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