Octubre de 2015

Te veo acordarte de mí y no te escucho decir nada.


No voy a mentir y contarte
que espero que no te duela
igual que a mí.
Aunque por lo menos sí espero
que los recuerdos traten tu corazón
algo mejor que al mío,
que lo encogen,
lo queman, lo aplastan,
lo marean, lo estampan,
lo secan, lo empapan,
lo golpean, lo aceleran,
lo paran, lo exprimen,
lo cansan, lo agitan,
y lo hieren.


Con las marcas de tus uñas en el corazón,
los pómulos erosionados,
y agujetas en todo el cuerpo
                  ]de correr tupidos velos;
intento descatalogar ya tus recuerdos.

Y aunque haya malgastado nuestra historia
tras infinitas anagnórisis,
y estén ardiendo nuestros húmedos escombros,
nuestras fotos están vivas,
nuestras sonrisas se rien de mí,
y el tiempo se estresa a mi paso.
Pero los jueves aún me odian
y yo me sigo resistiendo a darte más hojas
                                            ]desesperanzadas
en el álbum de mi alma desnuda.


...


En fin, qué más da.
Al final, como siempre,
no me importa ponerle al alma
varios gabanes de más
durante los inviernos más fríos.

Y qué más da. Como siempre,
no puedo evitar pasar calor de vez en cuando
por tanto jersey redundante,
y desprenderme súbitamente de todo otra vez
hasta que vuelva a empezar a tiritar,
admitiendo a gritos mientras llueve y me mojo,
que, como a ti, a mí también me gusta el invierno
a veces.


...


No sé qué espero,
si para ti ya sólo soy reminiscencia,
no sé qué espero,
si ni si quiera tengo tiempo para esperar.

Por favor, vuelve a encender la luz,
que el miedo ha perdido la gracia.

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