21 de enero de 2015

Ahora que tristemente ya he alcanzado la cima de la montaña rusa de mis emociones empapadas
puedo describir tranquilo lo que me de la gana, sin mirar, porque me da igual, porque me dais igual.

«Qué valiente, todo le da igual.»
«Pobrecito, no tiene nada que realmente le importe.»
«Qué lástima, perdió todo lo que le importaba.»



Seré adicto a la estupidez siempre que no sepa que, de hecho, es estupidez.
O no quiera admitirlo.
Porque hasta ahora la estupidez ha sido menos traidora que la sensatez o cualquier consecuencia de su supuesta existencia a mi alrededor.

 En fin, que nos encanta el amor
que nos encanta el desamor.

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